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El agradable sabor de la independencia personal desde la juventud

El agradable sabor de la independencia personal desde la juventud

Por: Jorge Luís Moreira Massagué/ACN

Por estos días muchos jóvenes en Cuba deciden su futuro o dan importantes pasos en la vida estudiantil que les permitirán luego acceder a un título o a una carrera según sus intereses, empeños que involucran a no pocas personas, sobre todo a los padres y familiares más allegados, y a los propios muchachos.
Varias historias de las últimas jornadas, donde se materializan logros como estos inspiran la presente reflexión, motivada también por el hecho de insistir en el significado de perfilar esos sueños y aspiraciones con esfuerzo propio, lo cual luego se agradece eternamente.
A pesar de los retos y las dificultades impuestos por la terrible pandemia de la COVID-19 que conmociona al mundo, en la mayor de las Antillas el sector educacional en sus diferentes niveles retomó las actividades docentes, incluyendo los procesos de culminación y continuidad de estudios, respectivamente.
Es cierto que han sido necesarias adecuaciones y en varias provincias o municipios incluso detener las clases, pero eso no quiere decir que cada quien se preocupe por sus deberes y la preparación desde casa, así como el interés individual por avanzar en el orden académico.
Tampoco caben dudas de la responsabilidad de profesores y personal de la Educación en dichas tareas, quienes apuestan por el cierre del curso escolar interrumpido por la enfermedad, y alistan  las condiciones para el próximo periodo lectivo.
Sin embargo, esa labor de maestros y profesores no tiene su efecto final si los adolescentes y jóvenes, fundamentalmente,  no ponen su parte en la preparación individual con vistas a obtener un trabajo más adelante.
Junto al rol fundamental de las familias, ellos, los más nuevos, son los responsables de emprender sus sueños, viendo en la posibilidad de contar con un sustento económico que tanto bien hace en lo personal.
Resulta también la forma de reciprocar la constancia de los progenitores, para que los hijos sean algo en la vida, lo cual, en muchos casos se relaja y los de mayor experiencia no exigen a sus retoños, terminando solo con un nivel vencido o completan el duodécimo grado, sin vincularse laboralmente.
Después vienen las lamentaciones y las familias que tienen que hacerse cargo de la manutención, algo que en un momento se hace insostenible, o no satisface a los más jóvenes.
Es entonces cuando los mayores al ver las incomprensiones dicen: “todo sería diferente si hubieran llegado hasta el final en los estudios, con alguna especialidad o una carrera universitaria”, y exigen a cada quien buscarse una ocupación para satisfacer esas necesidades que ellos no pueden cubrir.
Existen disímiles opciones  al terminar la secundaria o el preuniversitario, tanto en los politécnicos como en la universidad, esta última también con los cursos de ciclo corto, que una vez finalizados pueden proseguir mediante la modalidad por encuentro.
Otra de las moralejas del asunto es lo importantísimo de mostrar ejemplos positivos a los hijos a través de la vinculación al trabajo, patrón que transmitirán a los suyos, así como la necesidad de no depender de nadie llegada la adultez, en pos de construir su propia familia.
Las etapas de la existencia son para aprovecharlas y hacer lo que corresponde según la edad que se tenga, por lo que la adolescencia y la juventud hay que disfrutarlas al máximo, y al mismo tiempo, prepararse, aprender y adquirir experiencia.
Buena parte de los tropiezos que enfrenta hoy la juventud ocurren por no escuchar los consejos de los que han vivido más, por eso, conseguir los sueños con manos propias tiene un sabor especial, pues nos transforma en seres humanos íntegros, útiles e independientes.