Autopista a Varadero, km 3.5, Matanzas, Cuba
(45) 287091
atencion.poblacion@umcc.cu

Se dice cubano y se dice Camilo

Se dice cubano y se dice Camilo

Redacción: Martha Gómez Ferrals/ ACN

Llega este 28 de octubre de 2022, aniversario 63 de la desaparición física del inolvidable Comandante Camilo Cienfuegos, cuando sus compatriotas viven un momento transformador y de trabajo intenso por la recuperación y vida de un país, en el centro de las brumas de la estación y de la saña enemiga, tan desafiantes como las que él enfrentó, victorioso, en cumplimiento de su deber de Cubano, con mayúscula.

Con el mismo misterio de ternura evocado por José Martí cuando hablara del alma nacional, los connacionales del Héroe de Yaguajay y Señor de la Vanguardia, repetirán el homenaje de la peregrinación a litorales, playas, ríos y manantiales sabedores de que se dice cubano y se dice Camilo, no solo por su personalidad jovial, extrovertida, chancera y corajuda, sino también por su trayectoria y obrar en el combate liberador de la Patria.

Por eso Camilo es presencia viva e inspiradora, además de imagen de juventud siempre hermosa.

Nació en La Habana, en la popular barriada de Lawton el 6 de febrero de 1932. Murió a los 27 años en combate, pudiera decirse, junto a dos compañeros de lucha, el piloto Luciano Fariñas y el escolta Félix Rodríguez, cuando una tormenta derribara el pequeño avión Cesna en que regresaban de Camagüey a La Habana, tras cumplir una importante misión revolucionaria.

Y se le siente igualmente como raigal compatriota cuando desde la eternidad nos repite el mensaje de que se puede vencer, si se enfrentan las dificultades de frente y se avanza con tenacidad, creatividad, ingenio y buen humor, todos recursos y virtudes de la identidad isleña.

No son meras palabras que intentan filosofar o hacer poesía, en ello él legó ejemplos. Solo basta repasar atentamente la formidable ofensiva del Ejército Rebelde, protagonizada junto a Ernesto Che Guevara en el verano de 1958, para extender del Oriente al Occidente del país la guerra que ya señoreaba en montañas y llanos.

Ambos iban al mando de dos columnas guerrilleras, las cuales tuvieron que pasar por la crudeza de una inhóspita y casi despoblada sabana camagüeyana, cuando marchaban hacia la región central perseguidos, agotados y con mucha hambre, pero armados por una voluntad de hierro, forjada en los principios y el amor a la Patria, además de la valentía.

Lea aquí: Camilo Cienfuegos, las claves de su cercanía

Camilo fue siempre fiel a su origen humilde. Hijo de dos emigrantes pobres españoles radicados en la capital, desde la niñez mostró la personalidad abierta, dinámica y campechana de la mayoría de los descendientes de esta tierra. Fue un criollo auténtico o un cubano de a pie, como se dice hoy.

Ya en la juventud era notorio en él su patriotismo, mediante muestras de coraje y rebeldía ante lo injusto y lo mal hecho, el amor por la historia y sus próceres, sentimientos nacidos de la honradez y buena educación cívica inculcada en el hogar. Era un dechado de solidaridad humana y alegría de vivir, que eran su sello.

En la adolescencia participó en protestas populares debido al aumento del costo de la vida, y en 1954 se incorpora a la lucha contra la dictadura de Batista. Fichado por los órganos represivos, sale del país y busca trabajo en Estados Unidos. Tenía 21 años y fue deportado.

De nuevo en Cuba establece nexos más firmes y directos con el movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y es torturado. Al salir de la cárcel, decide optar por el exilio y durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los planes de Fidel Castro en México y resuelve marchar a su encuentro en la nación latinoamericana.

Enrolado en la tripulación del yate Granma, salió de la hermana nación el 25 de noviembre de 1956 desde el puerto de Tuxpan. Eran 82 futuros combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la patria. El desembarco por Las Coloradas, el 2 de diciembre, y el duro bautizo de fuego de Alegría de Pío confirmaron su decisión de ser fiel a la causa hasta el final.

Reorganizada la diezmada tropa bombardeada por el Ejército, Camilo se destacó en el cumplimiento de múltiples misiones armadas, al mando de Fidel, Juan Almeida y el Che.

Ganó el grado de Comandante del Ejército Rebelde en abril de 1958. Brillaba en tácticas organizativas, ofensivas y como estratega. Más adelante, al frente de la Columna Dos Antonio Maceo, realiza exitosas acciones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena montañosa Sierra Maestra, donde radicaba el Estado Mayor de la insurgencia.

Entre octubre y diciembre de 1958, el Señor de la Vanguardia dirigió combates en zonas apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay.

Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó con el triunfo rebelde. Victoria que coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.

Camilo, el Che Guevara, el Comandante Juan Almeida y sus tropas cumplieron la orden del Líder Fidel Castro de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí Camilo tomó el Estado mayor de la tiranía, el Cuartel de Columbia.

El 8 de enero arribó triunfal a La Habana la Caravana de la Libertad, que encabezada por Fidel había iniciado su periplo por la heroica ciudad de Santiago de Cuba, en el Oriente, y recorrido casi todo el país.

Todavía conmueven con hondura las palabras pronunciadas por el joven Jefe rebelde en aquel discurso, durante el cual alertó al pueblo que a pesar de la inmensa alegría en lo adelante todo podría ser más difícil.

Este hombre se sumergió en la vorágine de trabajo, cambios y ejecutoria emprendida por el pueblo bajo la nueva dirección nacional. Una Revolución que desde el primer día comenzó a hacer realidad su vocación de soberanía, independencia, igualdad y justicia. Estaban empeñados en lograr la república martiana de “Con todos y para el bien de todos”. Un empeño aún vigente.

Su dolorosa desaparición en el mar unos meses después del triunfo enlutó a sus compatriotas, quienes buscaron sus restos afanosamente, de manera infructuosa. Hasta que lo reencontraron de la manera en que vive hoy, con la arrolladora e inspiradora fuerza de su ejemplo y la historia de su vida, disfrutando la transparencia de su imagen, con el infaltable sombrero alón, luenga melena y sonrisa ancha.