Un canto que floreció en Patria.

La Patria, en su agonía de cadena y silencio, no quería un eco lejano anhelaba un latido. Un canto vibrante que sacudiera los cimientos de la sumisión; un canto interno, que naciera de las entrañas mismas del monte y del alma del cubano.
Y en la voz de Perucho Figueredo, la Patria encontró su grito.
No fue solo una melodía. Fue un reencuentro con lo que somos, únicos pero diversos. Nació un himno entre el humo y la gloria de Bayamo, con la urgencia de un combate y la solemnidad de un juramento. Aquellas notas, escritas con la pasión del poeta y la firmeza del soldado, no se limitaron a convocar a la batalla; nos definieron en ella.
“Al combate corred, bayameses…”
En ese llamado no solo había un imperativo de guerra; había una revelación de identidad. Ese día, el 20 de octubre de 1868, comenzamos a cantar un himno: comenzamos a reafirmar, ante el mundo y ante nosotros mismos quienes somos
Hoy, al celebrar el Día de la Cultura Cubana, celebramos ese espíritu indómito. Celebramos la herencia de una nación que, desde su primer canto de guerra, supo que su cultura sería siempre un acto de rebeldía, un testimonio de resistencia y un canto perpetuo a la libertad.
Porque nuestra cultura es el machete de Maceo convertido en clave de son; es la ternura de la Guantanamera hecha canción universal; es el verso de Heredia que anuncia la tormenta y la esperanza de Martí que ilumina el camino.
Sigamos, pues, siendo ese pueblo que lleva en la sangre el ritmo de aquel himno que, hace más de un siglo, nos enseñó que ser cubano es, ante todo, tener el valor de crear y creer, incluso—y sobre todo—en los momentos más difíciles.
Y en la voz de Perucho Figueredo, la Patria encontró su grito.
No fue solo una melodía. Fue un reencuentro con lo que somos, únicos pero diversos. Nació un himno entre el humo y la gloria de Bayamo, con la urgencia de un combate y la solemnidad de un juramento. Aquellas notas, escritas con la pasión del poeta y la firmeza del soldado, no se limitaron a convocar a la batalla; nos definieron en ella.
“Al combate corred, bayameses…”
En ese llamado no solo había un imperativo de guerra; había una revelación de identidad. Ese día, el 20 de octubre de 1868, comenzamos a cantar un himno: comenzamos a reafirmar, ante el mundo y ante nosotros mismos quienes somos
Hoy, al celebrar el Día de la Cultura Cubana, celebramos ese espíritu indómito. Celebramos la herencia de una nación que, desde su primer canto de guerra, supo que su cultura sería siempre un acto de rebeldía, un testimonio de resistencia y un canto perpetuo a la libertad.
Porque nuestra cultura es el machete de Maceo convertido en clave de son; es la ternura de la Guantanamera hecha canción universal; es el verso de Heredia que anuncia la tormenta y la esperanza de Martí que ilumina el camino.
Sigamos, pues, siendo ese pueblo que lleva en la sangre el ritmo de aquel himno que, hace más de un siglo, nos enseñó que ser cubano es, ante todo, tener el valor de crear y creer, incluso—y sobre todo—en los momentos más difíciles.
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