José Raúl Hernández Sousa: El abuelito feliz del deporte cubano

La vida de José Raúl Hernández Sousa se confunde con la historia misma del deporte matancero y cubano; para muchos es simplemente “el profe”, y para otros, con cariño, “Chino”. Él, sin embargo, se define con una sonrisa como “el abuelito feliz”.
“Yo empecé en la EIDE de Matanzas cuando aquello estaba naciendo. Era un niño con ganas de probarlo todo, pero la gimnasia me atrapó”, recuerda. Allí dio sus primeros pasos en el deporte organizado, entrenando con entusiasmo y disciplina. “Fue mi escuela inicial, la que me enseñó que el deporte no es solo físico, sino también carácter.”
El talento de José Raúl lo llevó más tarde a la Escuela Superior de Educación Física Manuel Fajardo (ESEF), donde estudió y entrenó durante cuatro años. Participó en eventos provinciales en Ciudad de La Habana: “el caballo de salto fue mi mejor aparato, los arzones siempre fueron mi reto (…). Nunca me lesioné, porque yo calentaba 45 minutos antes de entrenar. Todo lo hacía en correspondencia con lo que podía hacer mi cuerpo.”
Pero su verdadera grandeza en el mundo del deporte no se midió por sus logros personales, sino por los logros de sus alumnos. Como entrenador de categorías inferiores, llevó a su equipo desde el tercer lugar nacional hasta coronarse campeón. En una competencia decisiva contra Ciudad de La Habana, confió en su alumna Marielena Huerta:
—“Mari, abre tú. Si tú no te caes, no se va a caer nadie. Y si tú te caes, se va a caer todo el mundo atrás.”
Así fue. “Cuando aterrizó con firmeza, yo supe que habíamos ganado”, dice con orgullo. Una victoria que le abrió las puertas a la Escuela Nacional de Gimnasia, donde estuvo un año antes de regresar a Matanzas, porque, como él mismo dijo, “extrañaba el terruño”.
Su carrera también tuvo un capítulo fuera del deporte. Se presentó como voluntario para ir a Angola. Era otra forma de servir, y lo hizo convencido de que era su deber. Esa experiencia lo marcó como hombre y como educador.
En 1978, junto a cinco compañeros, fundó la Facultad de Cultura Física en Matanzas. Al principio, era una filial del Instituto Superior de Cultura Física de La Habana. Luego, fue evolucionando hasta convertirse en parte de la Universidad de Matanzas. José Raúl fue profesor y estudiante a la vez, enseñando gimnasia básica mientras cursaba la licenciatura. “Siempre me gustó enseñar. Yo aprendía y al mismo tiempo transmitía lo que sabía.”
Durante más de 40 años ha impartido Teoría y Metodología del Entrenamiento Deportivo. Fue vicedecano de Investigación y Posgrado, vicedecano docente, jefe de departamento… pero, sobre todo, mentor. “Lo más grande para mí es ver a mis alumnos convertidos en entrenadores de selecciones nacionales. Eso es lo que me llena.”
Su influencia trascendió fronteras; ha trabajado en más de nueve países, llevando la propuesta cubana de entrenamiento deportivo a escenarios internacionales. “La escuela cubana es fruto de muchos aportes: rusos, búlgaros, alemanes, húngaros… pero adaptada a nuestras condiciones. Por eso funciona.”
En su formación deportiva, figuras como: Casimiro Suárez, considerado uno de los mejores gimnastas cubanos de todos los tiempos, y Juan Carlos Galas Rodríguez, entrenador de equipos nacionales de voleibol, tuvieron el privilegio de beber de su savia.
Al final de la entrevista, no pude evitar preguntarle: ¿por qué “el abuelito feliz”?
— “Porque estoy muy realizado con toda mi trayectoria. Tuve que elegir en un momento determinado qué cosas quería estudiar, y cada día me siento más a gusto, más satisfecho y más contento de haber elegido esta carrera. Elegir el deporte es una cosa fantástica, extraordinaria, que te genera algunos sinsabores, pero son muchos más los sabores… porque realmente lo soy.”
Por: Camila Díaz García (Estudiante de Periodismo)
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