Para ser Justo

Con una enorme vocación de maestro, Justo Alberto Chávez Rodríguez, como pocos, inundó las aulas con los espíritus de los fundadores y excelsos pedagogos de la nación cubana. De la mano de sus textos aprendí durante mi formación de José de la Luz y Caballero y Martí; y el bosquejo histórico de las ideas educativas en Cuba”, fue un viaje apasionante y obligado para re-direccionar mi desempeño delante de una pizarra.

Lo recuerdo en uno de esos eventos en Varadero, al que era invitado con asiduidad, dictando con lenguaje diáfano, lecciones de Filosofía de la educación y después en la mesa más pausado, analizando junto a un grupo de curiosos, ávidos de saber las corrientes y tendencias pedagógicas y didácticas del Siglo XXI.

Tampoco olvido que tuve el privilegio de compartir con él almuerzos los días que le entregaron la distinción de Profesor de Merito de la otrora Universidad de Ciencias Pedagógicas y años después cuando lo invistieron con el Doctor el Honoris Causa en la casa de altos estudios yumurina; cuanta sapiencia y humildad.

Con su muerte, este noviembre la Pedagogía cubana pierde a un maestro, investigador e historiador ilustre. Ya no estará físicamente el que alcanzó por méritos propios la Distinción “Por la Educación Cubana”, Premio Nacional de Pedagogía, Distinción “Rafael María de Mendive”, la Medalla José Tey, la Orden “Frank País” de Primer grado y el Premio Nacional de Literatura Científica de la Academia de Ciencias de Cuba,. Chávez se ha ido, pero deja para ser Justo (como su nombre), una impronta de lecciones dignas de seguir.