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Julio Antonio Mella, gigante de las ideas y el combate

Julio Antonio Mella, gigante de las ideas y el combate

Por Martha Gómez Ferrals/ ACN

“¡Muero por la Revolución!” alcanzó a decir el combatiente comunista y antiimperialista Julio Antonio Mella cuando fue baleado de muerte en una calle de Ciudad de México a la edad de 25 años, el 10 de enero de 1929,  por sicarios bajo órdenes del tirano de Cuba, Gerardo Machado.

Una frase histórica que no solo prueba su acertada presunción acerca del origen del fuego que lo mataba. También mostraba que sabía que la muerte era una posibilidad real cuando se combatía de manera valiente y vertical hasta el fin, y lo asumía con coraje. Una actitud digna de ese ejemplar, gigante de las ideas y el combate.

Su vida había sido marcada por la acción constante desde muy temprano. Y ello explica el rico caudal revolucionario, a pesar de su pérdida en la flor de la vida. Realizaba la lucha política con un progresivo y destacado ejercicio del pensamiento y la teoría, incluso antes de partir al exilio a que lo obligó la saña del llamado Asno con garras.

El entonces presidente de Cuba desde 1925, corrupto y entreguista ante designios imperiales, era un furibundo anticomunista y sobrepasaba los límites como norma a la hora de cometer desmanes, por lo que desató una ola de crímenes horrendos para apagar cualquier indicio de reclamos por justicia social y de soberanía patria.

Los revolucionarios y compañeros de brega estaban claros que el líder estudiantil comunista Julio Antonio Mella constituía más que una piedra atravesada en el zapato del tirano.

Es por ello que Julio Antonio tuvo que irse a vivir a Ciudad de México desde 1926, lo cual no impidió que en esa nueva plaza siguiera cumpliendo con lo que consideraba su deber político y revolucionario. De modo que se afilió a las filas del partido comunista de ese país, del cual llegó a ser miembro del buró político.

Además, se vinculó a una organización revolucionaria venezolana que también pretendía abatir la dictadura en su nación.

En México se abrieron nuevas posibilidades como la de ser un activo militante de la Internacional Comunista continental. Luego viajó a Rusia y Bruselas para acercarse a  movimientos políticos similares, de enfoques divergentes, polémicos e incluso controvertidos en aquellos tiempos.

En 1924 lo vemos fundando la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas, para luego integrar filas de la mexicana. Laboró igualmente en la difusión de las ideas marxistas desde el periodismo y era un promotor de la reforma universitaria en América Latina. Su impronta tuvo alcance continental.

El activismo de Mella ganaba intensidad por día, e incluso tuvo que enfrentarse a  incomprensiones y acusaciones falsas circuladas por enemigos infiltrados en las filas de los comunistas. Sin embargo, como un joven titán nunca perdió su honestidad, verticalismo y mantuvo la directriz en sus  planes fundamentales de derrocar la dictadura de Gerardo Machado, en su querida Cuba.

Cuando creyó llegado el momento, en 1928, organizó una expedición armada que se dirigiría a Cuba, contra el tirano, para la cual consiguió un alijo de armas. Soplones que fingían ser oponentes del dictador divulgaron el plan. Gerardo Machado encargó ejecutar el crimen contra Mella y con ese fin el asesino viajó a México, a fines de ese año.

Los días del incansable estratega revolucionario estaban tristemente contados. Y todo porque aun desde el exilio él no había olvidado la causa de su noble tierra, la cual necesitaba mucho ser realmente libre.

El macabro plan de Machado se ejecutó el 10 de enero siguiente, como ya dijimos. La Revolución perdía a uno de sus más grandes estrategas y mentor político y Cuba, la tierra amada, a un joven héroe sin tacha.

Mella había nacido en La Habana 25 de marzo de 1903, y era hijo ilegítimo del sastre dominicano Nicanor Mella y la irlandesa Cecilia Mc Partland y Diez, aseguran.

Siendo muy joven estudió Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. En 1921 creó la revista Alma Mater, de la cual fue su administrador y uno de sus principales redactores. También encontraba tiempo para la práctica asidua y entusiasta de deportes, lo que acentuaba su figura atlética y hermoso porte.

Una página trascendente en su vida fue la fundación en 1922 de la Federación Estudiantil Universitaria, la emblemática FEU, convertida enseguida en baluarte de la lucha contra la corrupción en los claustros, por la reforma en esa enseñanza y la expansión de los vínculos de la institución con la sociedad y otras organizaciones en auge.

En 1923 auspició el primer Congreso Nacional de Estudiantes, y allí fue uno de los principales autores de sus bases mediante un manifiesto que proclamaba la creación de la Universidad Popular José Martí, que abrió las aulas de la educación superior de manera gratuita a los sectores más desprotegidos de la sociedad: trabajadores y personas muy humildes. Los maestros eran estudiantes de la propia institución.

Fundó asimismo en 1925 -junto al luchador independentista Carlos Baliño- el primer Partido Comunista de Cuba. Además de marxista convencido era un antiimperialista, pues concebía que la soberanía y la emancipación nacional solo se alcanzarían eliminando los lazos de dependencia a la potencia extranjera que dictaba desde 1898 el destino del país.

Por muchas razones su vida y obra sobreviven en las nuevas generaciones y es un ejemplo a seguir en el combate.