Autopista a Varadero, km 3.5, Matanzas, Cuba
(45) 287091
atencion.poblacion@umcc.cu

Che, la huella de su legado sigue vigente

Che, la huella de su legado sigue vigente

Redacción: Jorge Wejebe Cobo/ ACN

Era la noche del 18 de octubre de 1967 y en la Plaza de la Revolución en La Habana una inmensa multitud asistía a la Velada Solemne por la caída en combate del Che, mientras el poeta Nicolás Guillen leía su poema “Che Comandante, amigo”, que en su voz retumbaba ante un silencio respetuoso como nunca antes se conoció:

“¡Cuba te sabe de memoria/ Rostro de barbas que clarean/ Y marfil y aceituna en la piel de santo joven/ Firme la voz que ordena sin mandar/ tierna y dura de jefe camarada/Te vemos cada día ministro, cada día soldado,/ cada día gente llana y difícil cada día/ Y puro como un niño o como un hombre puro, /Che Comandante, amigo!”.

Más de 10 días antes, en el mediodía del 9 de octubre en una choza que servía de escuelita en el hasta entonces desconocido poblado boliviano de La Higuera, el Che herido en una pierna se incorporó y le dijo a su verdugo: “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”.

Previamente fueron asesinados en esa jornada los sobrevivientes de la guerrilla: el peruano Juan Pablo Chang y los bolivianos Simeón Cubas y Aniceto Reinaga, por quienes en sus últimos segundos de vida su entrañable jefe se preocupó y preguntó y al conocer que murieron con honor, dijo: “¡Eran unos valientes!”.

La suerte del combatiente se selló al quedar cercado en la Quebrada del Yuro en Vallegrande, donde libró su último combate hasta que su fusil fue inutilizado por un disparo, fue herido en una pierna y su pistola quedó sin cargador de proyectiles.

Cuando la guerrilla llegó a la zona, perseguida y con varios enfermos que no se podían mover con rapidez, por su alto sentido de responsabilidad y altruismo les ordenó que siguieran, mientras él decidió quedarse con un pequeño grupo para aguantar al ejército que los rodeó, según cuenta Harry Villegas (Pombo), uno de los sobrevivientes de la gesta.

El fallecimiento del Guerrillero Heroico, como una solución para acabar con sus ideas, era compartida en la Casa Blanca. En esos días Walt Whitman Rostow, consejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Lyndon Johnson, escribió que la muerte del Che “marca la desaparición de otro de los agresivos revolucionarios románticos y que (…) En el contexto latinoamericano, tendrá un gran impacto en descorazonar futuros guerrilleros”.

Pero también en aquella memorable velada del ya lejano octubre de 1967, al usar de la palabra el Comandante en Jefe pronosticó el fracaso de los enemigos por borrar la huella y legado del Che y sus compañeros al expresar:

“Y ante la historia, los hombres que actúan como él, los hombres que lo hacen todo y lo dan todo por la causa de los humildes, cada día que pasa se agigantan, cada día que pasa se adentran más profundamente en el corazón del pueblo…”

Ya han pasado 55 años de la desaparición física del luchador internacionalista y desde entonces no dejan de confirmarse esas palabras, y sus asesinos primero y seguidores actuales fracasaron y fracasarán en eliminar su ejemplo porque no podrán evitar que en las presentes y futuras generaciones permanezca inalterable el legado del Guerrillero heroico y sus compañeros de lucha.