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Flavia y el Primer Amanecer de la Universidad: Crónica de un Inicio en Matanzas

Flavia y el Primer Amanecer de la Universidad: Crónica de un Inicio en Matanzas

El sol de Matanzas, brillante y prometedor, se filtraba por las ventanas del aula cuando Flavia Contreras, de rostro fresco y ojos llenos de emoción, cruzó el umbral de la Facultad de Periodismo. Atrás quedaban los años de uniforme amarillo y azul, las ecuaciones de matemáticas y las fechas de historia. Atrás también, para algunos, los doce meses de compromiso con la patria pintados de verde olivo. El aire vibraba con una mezcla de nerviosismo y alegría. En el ambiente, casi palpable, la energía juvenil era contagiosa. Siempre hay en el aula un médico vocacional, un maestro idealizado, un científico soñador o, como en este caso, futuros periodistas honrando al mejor oficio del mundo. Flavia, con el corazón latiendo al ritmo de sus sueños, escuchaba atenta.”Hoy le abrimos la puerta a los sueños, las metas, tan grandes como nosotros mismos”, pensó, recordando las palabras del discurso de bienvenida. Era el comienzo de una etapa decisiva, una aventura única, según los más experimentados. Una etapa de sacrificios y retos, de entrega y responsabilidad ante ese andar que cada uno llevaba en el pecho.
El primer día fue único, con muchos sentimientos encontrados. Al sentarse en su lugar, Flavia sintió un cosquilleo en el estómago. Pensó, la universidad abriga. Era como si una coraza protectora la envolviera, dándole la confianza necesaria para emprender el camino. Se dio cuenta, con una claridad sorprendente, de que había crecido. La infancia se había desvanecido como la neblina matutina, dejando paso a la adultez y a la responsabilidad. Los sueños dejaban de ser meras fantasías para convertirse en proyectos, en metas alcanzables con esfuerzo y dedicación. Reafirmó, con una fuerza renovada, que había escogido bien el camino. Las ganas de hacer, de ser, de crecer personal y profesionalmente, la impulsaban hacia adelante.Este nuevo capítulo implicaba responsabilidad, sacrificio y una mayor entrega. La universidad, en su magnitud y complejidad, se presentaba como una montaña imponente, vista desde lejos y que ahora tocaba escalar. Pero Flavia no se amedrentó. La visión de la cima, de lal periodista que anhelaba ser, le daba el impulso necesario para dar el primer paso.Los primeros instantes en el aula fueron de familiarización. El encuentro con los profesores, los guías que iluminarían su camino, fue clave. Escuchar las peculiaridades de cada asignatura, el enfoque de cada docente, le permitió vislumbrar el vasto universo del periodismo.Fue bonito, reconoció Flavia. Todo, desde el primer momento, giraba en torno a la profesión que había escogido. Cada conversación, cada lectura, cada ejercicio, la acercaba un poco más a su sueño. La universidad, con sus aulas llenas de historias, sus pasillos repletos de sueños y su atmósfera de constante aprendizaje, la acogía con los brazos abiertos.Al final del día, exhausta pero feliz, Flavia Contreras salió de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades. El sol de Matanzas, ahora en su ocaso, pintaba el cielo con tonalidades naranjas y doradas. Sintió que un nuevo amanecer había comenzado, un amanecer lleno de desafíos. Un amanecer que, sin duda, marcaría el inicio de una etapa inolvidable en su vida.

Por:Camila Díaz García

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