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Rafael Trejo, el mártir precursor de la Revolución del 33

Rafael Trejo, el mártir precursor de la Revolución del 33

Por Jorge Wejebe Cobo/ ACN

  Recogen  testimonios de su época, que el estudiante de derecho
Rafael Trejo gustaba vestir impecablemente, pero en la mañana del 30
de septiembre de 1930, tenía puesto su traje más usado, un estropeado
sombrero de pajilla pintado de aluminio, vestigio de una protesta
reciente, en el cual colocó la hoja del almanaque que señalaba el día
y se dispuso a cumplir con el llamamiento de la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU) a manifestarse contra la dictadura de
Gerardo Machado en los alrededores de la Universidad.

    El gobierno, advertido de la protesta, ordenó a las fuerzas
policiales y al ejército reprimir sin contemplaciones y Antonio
Ainciarte Agüero, jefe de la policía, desde el  amanecer de ese día
cercó con sus esbirros la institución universitaria y  cumplió con saña la orden, sin saber que con ello aseguraba su trágico final  tres años después, cuando a la caída de la dictadura fue  ajusticiado por el pueblo y su cadáver colgado de una farola.

  En septiembre de 1930, los universitarios estaban a la vanguardia
en el enfrentamiento a los desmanes de Machado bajo el legado del
fundador de la FEU, Julio Antonio Mella, quien promulgó la necesidad
de salir del marco de las reivindicaciones estudiantiles y sumarse al
movimiento revolucionario popular, por lo cual fue asesinado en México
en 1929 por agentes al servicio de Machado.

    En consecuencia, en la histórica jornada prevaleció la consigna de
tomar la calle para sumar a  los obreros, los profesionales y  el
pueblo, e ir al Palacio Presidencial a pedirle la renuncia al tirano y
provocar un movimiento de masas.

  De esa forma, se inauguraba una nueva etapa en la lucha del
estudiantado, constituido principalmente por la primera generación
nacida después de la instauración de la seudorepública en 1902,
protagonista del despertar de la conciencia nacional y que libraba
una de sus principales batallas contra el sistema neocolonial, ya en
una crisis que culminaría con la caída de Machado y el inicio a la
Revolución de 1933.

  Rafael Trejo González, de 20 años y estudiante de tercer año de
Derecho, era uno de los animadores de la manifestación y dirigente de
la FEU en su Facultad.

  Había nacido en  San Antonio de los Baños. Su madre, Adela González
Díaz, era maestra rural de las primeras que en la repúblicas fundaron
el magisterio formador de generaciones, que a pesar de las difíciles
condiciones materiales y de atención oficial,  irradiaron a sus
alumnos el amor a José Martí, Antonio Maceo y a las tradiciones
independentistas de la Patria, valores que serían imprescindibles en
el despertar de la conciencia nacional que esas generaciones
protagonizarían en las década de 1920.

    El padre, de origen campesino, fue tabaquero y con gran esfuerzo
pudo graduarse de doctor en Derecho, gozaba de un gran prestigio por
su justeza y valores morales, lo cual influyó en que su hijo escogiera
ser también abogado.

   Raúl Roa describió a Rafael Trejo  como “un mozalbete de pelo
lustroso, tez trigueña, bigote mongol, torso amplio y ágil
musculatura”.

     Roa  confesó que el joven universitario le dijo: “No creas que mi
aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder
defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará
siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba.
Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí”.

    Esas palabras serían proféticas cuando la manifestación con
grandes esfuerzos en lucha desigual con la policía que arremetía con
sus caballos, llegaron a la zona de San Lázaro e Infanta. Allí  Trejo
comenzó a luchar cuerpo a cuerpo contra un esbirro que tenía un
revólver en la mano y le hizo dos disparos a boca tocante en el torso
y cayó mortalmente herido.

  Pablo de la Torriente Braú recibió un fuerte golpe en la cabeza y
fue llevado junto con Trejo al hospital y a propósito de ello escribió
: “Yo no podré olvidar jamás la sonrisa con que me saludó Rafael
Trejo, cuando lo subieron a la Sala de Urgencia del Hospital
Municipal, sólo unos minutos después que a mí, y lo colocaron a mi
lado (…) su sonrisa, con todo, me produjo una extraña sensación
indefinible. […]  era para mí como un adiós que yo recibía en
condiciones de angustia invencible […]. Moriría al otro día.”

    Su sepelio, a pesar de estar escoltado por fuertes contingentes de
policías, fue nuevamente un acto de rebeldía con lo que se abrió en
aquel lejano septiembre de 1930, hace 90 años, el curso decisivo de la
Revolución que culminó con el derrocamiento de la dictadura machadista
en agosto de 1933.